Por: María Carmona Sanchez

 Lo verdaderamente significativo de la adolescencia es la búsqueda de la propia personalidad, la búsqueda de la propia identidad e independencia.

El adolescente dirige hacia su interior los nuevos poderes de pensamiento y examina mejor su «yo», el adolescente ya no es un niño pero todavía no es un adulto.

Esta etapa se caracteriza por una crisis de identidad ya que no concilian la imagen que tienen de sí mismos con la imagen que les devuelve su entorno.

Tienen una necesidad de independencia afectiva de los progenitores  que al  mismo tiempo les ayuda en su camino hacia la autonomía.

En la adolescencia siempre hay que preguntarse:

¿Son los hijos los rebeldes o los padres los obcecados en imponer su voluntad?

El grado de tensión interna emocional que experimenta el adolescente por motivos concretos que veremos a continuación, necesita, de parte de los adultos y sobre todo de los padres, de un elevado grado de comprensión y una actitud encaminada precisamente a lo contrario: ayudarles a descargar la energía excesiva que, a modo de tensión interna, experimentan continuamente.

¿De dónde viene este exceso de energía? ¿A qué se debe la tensión psico-emocional a la que está sometido el adolescente?

La peculiaridad de la adolescencia es que el sexo, en crecimiento gradual desde el nacimiento, empieza a manifestar visiblemente su existencia y actúa hacia el exterior. En el cuerpo humano la vista, es lo que crece más rápidamente y lo más lento en desarrollarse es el sexo. El crecimiento, que en dos años alcanza su término en el perro o el gorila, tarda unos veinte en cumplirse en el hombre. Para posibilitar el crecimiento es necesario una contracción de la energía interna que impulse el desarrollo. Por ello, en el adolescente cualquier choque que reprime las manifestaciones externas de la energía comprimida es percibido con más fuerza que en otros periodos de la vida.

Tanto los sentimientos de inferioridad como la rebeldía cobran una especial vehemencia en dicha época debido a este factor biológico.

Un fracaso que un adulto encajaría con una simple queja, en el joven adolescente provoca un gran desaliento y sentimientos de inferioridad, que puede llegar a deformar su carácter o a una introversión profunda.

El adolescente por una parte se encuentra en medio de un terrible duelo: el hecho irrevocable de tener que dejar la niñez y tener que empezar a formar parte del mundo de los adultos. El adolescente “adolece” precisamente del hecho de tener que dejar de ser niño. Pero esta lucha interna, este duelo no sólo lo lleva el niño sino toda la familia. Es una época de cambio y de transición que muchas veces no se quiere aceptar y enfrentar o que simplemente no se sabe cómo hacerlo.

 Los padres tienen que desprenderse de sus niños – que dejan de serlo – y el niño tiene que empezar a desprenderse de la protección y de los cuidados que le brindan sus padres.

Es una situación extrema de cambio, conflicto y duelo en que entra la familia entera. Esta situación naturalmente produce una gran tensión en la familia y en especial en el adolescente.

Por otra parte, el adolescente se encuentra ante la necesidad inevitable de tener que empezar a ser alguien por sí mismo y dejar de ser alguien a través de sus padres y hermanos. Esto es fuente de gran tensión porque el adolescente naturalmente aun no tiene una clara idea de quién es, ni mucho menos, tiene elaborada una actividad concreta que le permita encausar la inmensa cantidad de energía de la que empieza a disponer a partir del cambio hormonal, es decir, del aumento de las hormonas sexuales.

Hasta que el adolescente elabore sus canales de acción y se afiance de su propia sexualidad, es decir, hasta que encuentre formas reales de encauzar y descargar energía, la tensión y el conflicto acompañarán sus días, tanto a él como a su familia.

En esa búsqueda de ser alguien, busca a toda costa llamar la atención, busca gustar y reafirmarse a veces con conductas llamativas como los peinados y vestidos extravagantes, piercings, tatuajes, etc. Buscan algo externo para ser.

La represión y la imposición sólo genera rebeldía en el adolescente, el cual ya no necesita ser controlado, censurado, regañado. No necesita más imposiciones puesto que ya no es un niño y supuestamente ya está educado.

Lo que más necesita el adolescente es: confianza, comprensión, solidaridad y apoyo.

Lo que sembraron los padres durante la niñez saldrá a relucir tarde o temprano, entre los 17 y los 19 años, por lo que los padres pueden confiar plenamente en el proceso, según lo que hayan sembrado en el niño. La crisis de rebeldía y búsqueda de reafirmación la ha de pasar el adolescente necesariamente.

 Oponerse a todo lo que supone la adolescencia, es como oponerse a que salga el sol.

 

María Carmona sánchez

 

2 Comentarios
  1. Norma Castiglione 11 años

    Quería María…muy claro y necesario… tu artículo merece
    encontrarse con quienes tanto lo necesitan…es como una piedra cayendo en el agua…en su expansión está tu saber y tu intensión…Un gran abrazo

    • Autor
      Instituto Antares 11 años

      Gracias Norma!!Por tus comentarios siempre amables y cariñoros. Un abrazo

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